Responsabilidad social: ¿obligación o deseo?
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La teoría acerca del significado de la
Responsabilidad Social entendida como uno de los puntos de atención de las comunicaciones
corporativas y del manejo de la imagen y los recursos de una organización,
puede resultar un tanto aburrida y retórica, si es asimilada únicamente desde
el punto de vista académico y de conveniencia política, social o económica, más
allá de la genuina convicción de querer contribuir con una noble causa porque
consideramos que es necesario, justo y oportuno.
Es cierto, que las empresas tienen un fin
comercial bajo el cual han sido creadas y mantener el foco en la productividad
y/o el servicio óptimo con parámetros de máxima rentabilidad y bajos costos es
el sueño de todo empresario. Pero resulta que las empresas están conformadas
por personas y estas personas a su vez pertenecen a otra comunidad de personas
y familias con diversas características, necesidades, rasgos fenotípicos y
genotípicos que harán del colectivo laboral toda una experiencia diversificada.
Y es precisamente, a través de las
emociones, los sentimientos y las acciones de solidaridad, la manera como
podemos acercarnos a esas personas del colectivo diversificado, comprender sus
realidades y poder ayudar a transformarlas desde una actitud compasiva, amorosa
y solidaria, es así como surge la verdadera responsabilidad social, del goce de
dar y ayudar, del deseo primario de querer que las cosas estén mejor y de que
pueda darse una sinergia humana que genere bienestar y felicidad a la mayor
cantidad de personas posibles.
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Es una cuestión de espíritu, y por lo
tanto, debe hacerse desde la raíz del problema, que no está necesariamente
vinculado al tema económico. La mayoría de los casos que ameritan atención
urgente, bien sean ambientales, de infancia abandonada, de salud, etc, son
ocasionados por la falta de conciencia social, de valores, de acceso a la
educación y de afecto, por eso es importante abordarlos desde un nivel de
conciencia más elevado, donde debe predominar la esencia del amor incondicional
del que todos estamos dotados.
Por eso, la combinación entre recursos y
afecto es realmente ideal para contagiar el sano espíritu del amor, la
compasión y el sano deseo de contribuir a la construcción de una mejor
sociedad. Y esta combinación efectiva, debe ser conocida y transmitida por el
líder de la organización benefactora, que es también quien exige y premia los
buenos resultados financieros de la empresa, pero que, en el fondo, sabe que el
éxito de su organización también depende de la motivación, la sinergia y la capacidad de trabajo en equipo de sus
empleados.
Una persona socialmente responsable es un
ser más feliz, es un ser que ha despertado su conciencia dirigiéndola hacia el
bienestar de la aldea global, y que ha logrado mirar más allá de sus propias
necesidades, reconociendo la necesidad de un encuentro natural entre seres
humanos para crecer mutuamente, quienes motivados por el deseo de ayudar y de
generar bienestar común son capaces de lograr lo que sea!!.
La verdadera responsabilidad social se
hace con el corazón en la mano y la mirada en el prójimo.
Patricia Carlés
@pcarles
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